Una conversación por Ángelo Osses Vergara.
El lunes pasado me junté a conversar con Pilar Merino, quién amablemente aceptó venir hasta nuestras oficinas donde tuvimos una amena charla sobre lo que significa el medioambiente para su comunidad estudiantil.
Pilar es profesora de lenguaje y filosofía en el Liceo Parroquial San Antonio, una institución que cuenta con 1.800 estudiantes desde prekínder hasta cuarto medio. Además, está a cargo del Taller Medioambiental, instancia nacida en pandemia que le ha permitido impactar a su comunidad de una manera muy bella.
Con una metodología marcadamente mistraliana, enfoca las energías de niñas y niños de distintas edades en hacer y crear, aprender como también en enseñar.
Esto se traduce en acciones como la creación de letreros y señaléticas, la plantación de árboles y división de desechos, hasta la participación en instancias con otros importantes actores medioambientales de la región, entre los que destacan tesistas de la Universidad de Valparaíso y Universidad Católica (que quedaron maravillados al conocer a niñeces del taller), alumnas y alumnos de la Escuela San Pedro de Quintay (la única escuela del país que tiene doble certificación ambiental); la organización Salvemos los Bosques Urbanos, el Jardín Pantera Rosa y la corporación Viña Nativa, que se ocupa del cuidado del parque Gómez Carreño; además de recibir a empresas como R-Acciona, con quién ha participado en varias jornadas y eventos ambientales entretenidos e íntegros.
Con cantidad de experiencias únicas, la formación de redes de contacto que le pertenecen a todos ha sido bastante nutritiva, ya que el conocimiento es compartido entre todos, generándose una instancia bella y única para cada una de las personas que han participado. Tanto así que, el establecimiento consiguió la certificación SNCAE, dedicada a aquellos centros que abordan la educación ambiental para la sostenibilidad en el país.
En esta instancia extraprogramática, Pilar les entrega a los niños un espacio especial y distinto al que están acostumbrados, creando una instancia fuera del aula de clases, uno que comprende a sus participantes como seres humanos, como personas que sienten, que observan, que retienen información y la entienden. “Si sacas a los niños y niñas del aula, empiezan a ocurrir otro tipo de cosas, se aprende mucho más, de manera de ida y vuelta; si no, uno se queda en su adultez, en esta posición de la profe que sabe” menciona Pilar.
También, añade emocionada: “Quebrar esa lógica de la edad, esa lógica de pensar que las nuevas generaciones tienen que hacer esto, -voy en contra de todos esos dichos, porque estamos vivos ahora, estamos transitando este momento. Trabajar en una clasificación no etaria para mí ha sido lo máximo, los niños y las niñas son super cariñosos; me entregan regalos, es que te mueres los regalos que me hacen. No hablo de la materialidad, hablo de la intención que hay detrás. Llego a trabajar y hay plantas en la puerta de mi oficina esperándome, me hacen cartas, tarjetas con papel reciclado, para Navidad realizaron regalitos con fotos de nuestros momentos más importantes. Hay una chica que adoro con el alma, que se fue este año del colegio, a esa plantita la nutrí lo que más pude. Ella me escribió mensajitos que decían ‘gracias profe Pili por cambiar mi forma de pensar, le prometo que voy a enseñar lo que usted me enseñó’. Esas cosas, para mí, son importantes”.
Al preguntarle por consejos para otros establecimientos educacionales que estén deseando integrar el cuidado del medioambiente en sus bases, Pilar respondió: “Trabajo colaborativo. Ese es mi concepto principal. La verdad es que cuando surgen iniciativas como esta, tiene que ser desde una convicción. Tiene que haber una persona que tenga la real convicción de vida para sacar adelante una pega así”.
Pilar destaca un cambio importante que impulsaría de forma positiva el desarrollo medioambiental en cualquier institución: “En una etapa inicial se necesita destinar dinero, trabajo digno, coherente y orgánico, orgánico en el sentido que sea digerible en un tiempo determinado, tener espacio para el desayuno y no comer caminando ni tener el estrés de hacer tantas cosas, porque de verdad lo ambiental tiene infinitos alcances. Hay una necesidad de potenciar a los encargados de proyectos con ese rol, y no que tengan otros roles porque el tiempo no da, uno se enferma del sistema nervioso, salud mental, contracturas, daños en muñecas al gestionar esa cantidad de residuos, no sé cómo lo hacen mis colegas que solo tienen dos horas para hacer todo eso”.
Pero, en los tiempos actuales, no todo resulta tan bien a la hora de, por ejemplo, educar sobre el reciclaje, la reutilización y la reducción. En este contexto, el consumismo tiene una influencia importante: “En los colegios se hace un trabajo de hormiga, si es que se puede llegar a un solo niño o niña, pero toman el celular y están bombardeados con mensajes subliminales y no subliminales que los van llevando a una construcción de una identidad, una apariencia física (…) Hay que atreverse a vivir de otras maneras, eso es un desafío que, desde mis pequeños escenarios me toca educar, lo gestiono e intenciono desde ahí”.
La consistencia y el miedo al cambio son otros factores que están latentes y afectan al desarrollo de nuevos proyectos. Al respecto Pilar menciona: “Lo que sí, siento que a veces falta la coherencia, porque como somos muchos, hay gente que no hace nada, hay gente que hace menos, gente que hace más, y gente que hace más todavía. Soltar un poco las estructuras también, por ejemplo, intervenir un espacio con algo más colorido, con un área verde, eso ha costado porque es una cultura muy de tradiciones”
Finalmente, el mensaje que tiene Pilar para nuestros lectores es el siguiente: “Tenemos una fortuna tan grande de habitar un territorio que tiene un borde costero maravilloso, tiene bosque tanto nativo como esclerófilo, cerros y todo tipo de árboles. Nosotros poseemos todo eso a nuestra disposición y lo estamos explotando de una manera perjudicial para todos los seres y personas; entonces, mi mensaje es ser más conscientes, no dejar de ver lo que está ahí simplemente porque está ahí, realmente habitar el espacio de forma consciente. No solamente acordarme de no tirar desechos en la playa en verano, se puede vivir sin generarlos, y esos desechos, aunque los tires al basurero, terminarán dañando al agua, y te va a afectar a ti, a tus hijos y a tu familia. No estamos arriba de la pirámide, estamos mezclados con otros seres vivos, somos parte del ecosistema”.
Ángelo Osses Vergara
Periodista